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24/8/07
CULTURA: CLAUSURADA
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23/8/07
Bares y Performances
El otro Martes a la noche hubo un atípico cumpleaños en Kábbalah: unas 30 personas y todo super tranquilo... regalitos en el escenario para los invitados, Joaquín Sabina de fondo cantando canciones para "amenizar", unas buenas Saltas negras coronando el banquete de picadas fiambreras, y entre risas y charlas, entra un tipo solo y se dirige a una mesita. Voy con la carta, viendo que sin inmutarse, empieza a desplegar una serie de pinceles, paletas, colores y cuadros, todo lo que tenía en un pequeño bolsito debidamente acomodado. Mientras las chichis lo miraban con cara de -éste quién es, con esos pantalones?- (llenos de pintura, como es lógico) yo le preguntaba si quería tomar algo, y él me pedía el famoso Vasito de agua. Bien, me acerco a la barra pensando: -bueeeno, qué me molesta que no consuma, al menos se va a poner a pintar algo...- y le alcanzo el Vasito de agua. A decir verdad, algo me molestó -y no el ser un poco tacaña- era la mirada de las chichis lo que me irritaba. Por eso quizás, me parecía interesante todo lo que ese tipo generaba, retratando a la gente con tinta china, sin hablar con nadie -y llamando la atención de todos- era una cosa como medio misteriosa. Mi intriga comenzaba a aparecer. Hasta que veo que el cumpleañero le habla, y se me acerca para invitarle a una cerveza: ahí caí, el tipo estaba "contratado" por él, y su trabajo era pintar a todos sus amigos. -Menuda manera de cumplir años- pensé. Le dí la cerveza, y observé cómo el agua del vasito ya se había transformado en pintura, con ese color cuasi-caca que toma cuando se mezclan todos los colores. El tipo tomó un sólo vaso (de cerveza) en toda la noche, ya que pintaba frenéticamente... hizo como 10 cuadros en 2 horas. Curiosamente, los que poseían un colorcito marrón, eran una mezcla de café con cerveza negra.
Y ahí sobrevino mi reflexión. Descubrí que todo lo que me llamó la atención (además de sus hermosos retratos, que pinta asiduamente, en la plaza de San Telmo los Domingos) fue la clase de Performance que se estaba generando: el pintor misterioso mojando pinceles en cafés, las parejitas retratándose, los que le preguntaban cosas, los que lo miraban desde la calle, las que lo miraban "raro", y entremedio... un cumpleaños, ahora con Los Rodríguez sonando. Era un espectáculo en sí mismo, donde los actores y espectadores éramos todos.
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9/8/07
Mirar sin ser visto
La noche del Miércoles fue una auténtica puesta en escena. Caí en las redes del pequeño monstruo: la Casa de Gran Hermano. Frente a él, un amigo y yo; prendidos de la caja boba con todos nuestros discursos anti-sistema metidos en caja, observando cual novatos vouyeurs EL acontecimiento aparentemente ÚNICO. Allí estaban, los actores que, durante tres meses (con suerte) improvisarán ante cámara, con un único argumento puesto en juego: sus vidas. Entre complotados, juzgados e "inocentes", alguno será acreedor de un sueño hecho realidad: fama y mucha plata. ¿Quién no sabe que el objetivo de todo esto es ganar dinero?. Lo que nadie dice es que el espectáculo es una puesta en escena financiada con actuaciones gratuitas. Mueve mucha más plata GH que 10 telenovelas juntas. ¿Por qué? Es más atractivo husmear en LA REALIDAD de diferentes "perfiles" de personas, que comerse la novelita copiada del modelo Romeo y Julieta. Y más barato: los actores cobran, los jugadores pagan, con sus millones de fans mandando sms ó msj de txt.
Más de una hora de mi vida se fue con ellos, qué suerte que no uso celular y no puedo participar del juego. Apagué la tele y cambié de rumbo, por un instante creí que era libre.
Mi próximo destino: bondi hacia Almagro. A punto de cerrar los ojos, y descansar las puertas de la "espectación", algo se coló en mi espacio auditivo. Una conversación trivial de dos pasajeros se metía en mi cabeza, podía imaginarlo todo y necesitaba verlos: afortunadamente el vidrio ventanal ofició de separador entre ellos y yo, y logré otra vez, sentir la impunidad que se siente en estos casos. Hasta que algo llamó mi atención, era superador y terrible, porque a los pasajeros nos provocaba una especie de morbo verlo. Afuera, en la calle, un tipo en cuero gritando con una cuchilla y un palo, como 15 policías rodeándolo, y nosotros arriba del bondi, mirándolo todo con más impunidad que todos, sin pensar siquiera que los policías tienen armas, y algún tiro les podría salir errado.
Caminé mis dos cuadras y ahí estaba la puerta de casa, todavía sin travestis porque es temprano. Si estuvieran, es probable que escuchara alguna de sus historias desde mi silencioso y confortable hogar. Quizás por tanto silencio prendí la tele, pero ya estaba el noticiero, apagué y me puse a escribir esto, a ver si descanso mi cabeza y dejo de pensar en las historias de los demás.
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1/8/07
Crónicas de la Vieja Guardia
El otro día me dirigía hacia el cyber de Bustamante y Humahuaca, lugar que frecuento casi todos los días al atardecer, para proveerme de información internautica y de paso unos cigarros del kiosco de al lado (donde siempre están el kioskero y su mujer, con vagos amigos difuminados entre las burbujas de cerveza, que me miran con una mezcla de respeto y babosidad). Habitualmente, sábado a la nochecita y con este invierno que cala más que los huesos, suelen haber por esta calle sólo algunos autos que pasan, apurados, girando hacia la izquierda no sé si con la intención de pisarlo a uno, o de demostrar lo sabios que son en el arte de ser más argentos (esto es, para el caso: más machos). Cruzo, apurada como ellos, con anhelos de refugio y chocolate, compro mis deseos y vuelvo hacia el bar, contenta y más abrigada. Ya satisfecha de sentir que mi camino se acortaba a medida que los pasos me conducían hacia el calor de la estufa, empiezo a percibir la calle. Un alboroto a mi izquierda, un par de camiones que hablaban de Emergencias y Actitudes Buenos Aires, gentes, gentuzas y gentecillas comentando como siempre lo que ellos presuponen, quilombo de patrulleros en defensa de la comunidad, Guille de La Casona hablando con los vecinos, y yo entre que miro y que no miro porque me-tengo-que-ir-a-trabajar, no-soy-chusma-ni-desentendida, ya-me-enteraré-que-ahora-tengo-frío, y un silencio sepulcral volvió a aparecer cuando doblé en Guardia Vieja. Parecía que era el silencio de todos los días, pero ahí caí que todos los días no hay silencio, cuando me encontré a el-de-la-esquina, okupa que entre que "cuida la moto", "te pide una cerveza", y "te mira los autos de los clientes", ya mandó a los pibitos a que afanen un par de stereos de la otra cuadra. El silencio pidió a gritos que dejen de gritar, ahí estaba el individuo practicando una especie de arte marcial callejera que consiste en asustar al oponente basándose en latiguillos como: "¿sabés quién soy yo?", y saltos al mejor estilo pingüino empetrolado que entre el frío y la impotencia no deja de mostrar su estilo glamoroso. Los patrulleros estaban demasiado apurados para ocuparse de esto, y más aún del pseudo-corte de calle que el-de-la-esquina estaba inaugurando con un asado a medio hacer cociéndose sobre las habituales brasas de un enorme tacho de lata, rodeado de sillas de plástico que miran a una poderosa vista: la esquina eternamente mugrosa, que hoy alberga además, a una familia de cartoneros que fueron desplazados... de la otra esquina. Camino silbando bajito, ya faltan 30 metros y llego al calor, pero antes tendré que pasar por la puerta abierta del galpón de al lado: sábado, familia, borrachos, más asado, y las cumbias coronando el supuesto silencio. Me topé con un charco en la vereda del bar: todavía se pasan la pelota entre Aguas, el ente y el consorcio, a ver quién arregla el bendito caño que tira agua a borbotones. La cuestión es que si no fuera por la opulenta (y ruidosa) Harley que invita a pasar, la fachada se nos cae a pedazos y ojalá que el piso no lo haga: nadaríamos en el sótano. Ahí estaba montando guardia David, bajo un cartel que reza, graciosamente, "Bar Cultural", escuchando a una mexicana que-canta-raro-y-nadie-la-conoce, el aroma a Nag Champa invadiendo el aire, y las mesas... esperando que sea la hora de salida de los teatros y sus actores, esos que están ahí a la vuelta, ocupándose de crear ficciones, cuando la realidad se nos presenta como un espectáculo tan libre y tan gratuito.
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