La noche del Miércoles fue una auténtica puesta en escena. Caí en las redes del pequeño monstruo: la Casa de Gran Hermano. Frente a él, un amigo y yo; prendidos de la caja boba con todos nuestros discursos anti-sistema metidos en caja, observando cual novatos vouyeurs EL acontecimiento aparentemente ÚNICO. Allí estaban, los actores que, durante tres meses (con suerte) improvisarán ante cámara, con un único argumento puesto en juego: sus vidas. Entre complotados, juzgados e "inocentes", alguno será acreedor de un sueño hecho realidad: fama y mucha plata. ¿Quién no sabe que el objetivo de todo esto es ganar dinero?. Lo que nadie dice es que el espectáculo es una puesta en escena financiada con actuaciones gratuitas. Mueve mucha más plata GH que 10 telenovelas juntas. ¿Por qué? Es más atractivo husmear en LA REALIDAD de diferentes "perfiles" de personas, que comerse la novelita copiada del modelo Romeo y Julieta. Y más barato: los actores cobran, los jugadores pagan, con sus millones de fans mandando sms ó msj de txt.
Más de una hora de mi vida se fue con ellos, qué suerte que no uso celular y no puedo participar del juego. Apagué la tele y cambié de rumbo, por un instante creí que era libre.
Mi próximo destino: bondi hacia Almagro. A punto de cerrar los ojos, y descansar las puertas de la "espectación", algo se coló en mi espacio auditivo. Una conversación trivial de dos pasajeros se metía en mi cabeza, podía imaginarlo todo y necesitaba verlos: afortunadamente el vidrio ventanal ofició de separador entre ellos y yo, y logré otra vez, sentir la impunidad que se siente en estos casos. Hasta que algo llamó mi atención, era superador y terrible, porque a los pasajeros nos provocaba una especie de morbo verlo. Afuera, en la calle, un tipo en cuero gritando con una cuchilla y un palo, como 15 policías rodeándolo, y nosotros arriba del bondi, mirándolo todo con más impunidad que todos, sin pensar siquiera que los policías tienen armas, y algún tiro les podría salir errado.
Caminé mis dos cuadras y ahí estaba la puerta de casa, todavía sin travestis porque es temprano. Si estuvieran, es probable que escuchara alguna de sus historias desde mi silencioso y confortable hogar. Quizás por tanto silencio prendí la tele, pero ya estaba el noticiero, apagué y me puse a escribir esto, a ver si descanso mi cabeza y dejo de pensar en las historias de los demás.
Kábbalah fue un bar del Abasto porteño que tuvo una corta vida: un año y 8 meses. Proyectado como un espacio cultural, y luego de haber vivido las restricciones post-cromagnon, nos hemos dedicado durante un año y medio a ser meramente un "lugar de encuentro". Las noches de Kábbalah quedarán en el recuerdo de muchos como algo especial. Este blog intenta continuar con su espíritu, si es que creemos en lo espiritual.
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9/8/07
Mirar sin ser visto
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