Kábbalah fue un bar del Abasto porteño que tuvo una corta vida: un año y 8 meses. Proyectado como un espacio cultural, y luego de haber vivido las restricciones post-cromagnon, nos hemos dedicado durante un año y medio a ser meramente un "lugar de encuentro". Las noches de Kábbalah quedarán en el recuerdo de muchos como algo especial. Este blog intenta continuar con su espíritu, si es que creemos en lo espiritual.

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4/12/07

REFLEXIONES DEL FIN

Es difícil escribir sobre esto, pero lo intentaré. Probablemente dentro de un tiempo largo la reflexión sea otra. Pero me gustaría tener un registro público de lo que hoy siento, para que el paso del tiempo no me engañe y haga lo que hace con el pasado: tergiversarlo.

Han pasado muchas cosas en Kábbalah: la mayoría preciosas. Y ese es el motivo de mi tristeza. Cerrarlo y que dejen de pasar. Por las cosas malas, estoy feliz. Ya se acaban en 10 días. Y no es que uno quiera huir del mal... sólo que no quiero que me destruya, así que mejor dejar eso a un lado y seguir por otro rumbo (hasta hoy, completamente incierto). La vida tiene eso: de un día para el otro: Patapúfete! Te desaparece lo que creaste. En este caso, muchos saben que Kábbalah NO ES Guardia Vieja 3460, aunque sea un local precioso desde donde se lo mire. Kábbalah, modestia aparte, somos Lucila y David. Sin eso, no hay nada.
Y lo digo sinceramente porque somos nosotros quienes estamos al frente de todo, y en todas: veo las caras de la gente, veo cómo se sienten, me lo digan ó no... y creo que ese es el mayor orgullo que me llevo del Bar. Haber generado un lugar, un espacio, un sitio que es mucho más que un barcito. Donde se reúne gente que tiene las ideas muy claras, gente que crea, que se cuestiona, que piensa. ESO NO ES POCA COSA!
Y agradezco los que se acercan, desinteresadamente, a ofrecer una mano, a halagar, o a tomarse una birra en señal de apoyo.
Muchos lugares no tienen el privilegio de tener esa clientela. Muchos dueños no conocen la cara de sus clientes. Muchos no saben quién es la dueña del teatro de a la vuelta, ni el elenco que hace casi dos años viene todos los viernes despues de función, ó la parejita que se sienta en la mesa 5 todos los miércoles y se pide el mismo trago... Es un placer atenderlos. A todos. David hace sus pizzas con amor, aunque después de tres horas en la cocina... sea medio gallego cabrón. Después se sienta en la moto y reflexiona... los observa a todos, y ahí, sonríe.
Creo que la clave está en el amor que uno le pone, sin eso no hay nada.
Y me gusta decirlo, SÉPANLO!!! Porque hemos metido todo, y teníamos mucho más. No pudimos, por razones más que de contexto. Pero hemos aprendido mucho, y no fue en vano. Mucho, gracias a los que vienen.
Otro día retomaré este comentario... por hoy ya fue bastante.

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